martes, 26 de septiembre de 2017


La Naturaleza utilitaria.




El planteamiento utilitarista con sus muchísimos limitantes y problemas nos brinda un enfoque desde el cual podemos adoptar  posturas críticas sobre la forma en la que se usa comúnmente las propiedades que nos brinda la Naturaleza como una instancia desde donde el ser humano vive su vida, se forma una idea de su entorno, y de los límites a los que su acción económica se circunscribe. Esto si lo vemos en términos de analizar por ejemplo las maneras en que hacemos uso de los recursos naturales y del cómo existen factores institucionales que se nos presentan como hechos históricos y que inevitablemente vendrán a determinar en gran medida el ámbito de acción en términos de condiciones  y resultados de los procesos productivos que en un espacio o en una forma particular de la naturaleza hagan uso, en este sentido me gustaría tratar de comentar sobre este enfoque la necesidad que tenemos como comunidad humana formada por individuos en constantes necesidades el uno del otro para que el desenvolvimiento de la economía en el ciclo del capitalismo no ponga en juego directamente el objetivo normativo de hacer un uso económicamente justo de los recursos. Los problemas para que la optimización de los resultados se imponga con la priorización de una libertad descontextualiza –punto en donde desde luego el enfoque utilitarista encuentra uno de sus fallos- como una de sus escarapelas no solamente nos lo aporta la historia sino también las nociones teóricas que nos dicen lo difícil que se vuelve compatibilizar los incentivos que satisfagan  el deseo individual con miras a buscar una utilidad que en el modo de producción mercantil se expresa en forma de lucro, al menos es así a nivel de las organizaciones empresariales  y por otro lado nos enfrentemos al hecho de que el interés individual puede estar en perfecta contradicción con el interés de muchos otros agente que por motivos institucionales no pueden ser tomados en cuenta como agentes que forman parte de ese ecosistema económico en el cual la vida de todos es importante, caso en este sentido sobran, uno de los más notables de esta disparidad de intereses (que por dispares no dejan de arrojar resultados  específicos) es el caso de la contaminación ambiental que la industria piñera ocasiona en el sur de nuestro país afectando enormemente la salud de las personas y sin embargo este mismo hecho como proceso productivo que es significa la “fuente de empleo” de miles de familias en la zona, a parte de esto significa un importante rubro de la producción del país ya que Costa Rica es el principal exportador de esta fruta en el mundo. Estos hechos colocan el debate sobre la cuestión de si las categorías normativas que frecuentemente se usan para justificar procesos económicos en los cuales existen intereses encontrados al mismo tiempo que una disparidad en el poder de lobby de ambas partes crea las condiciones idóneas para que la contaminación se externalice. El problema más grave de esto es la forma tan común en que este tipo de hechos son aceptamos socialmente y vistos como normales, sino y como un mal necesario para el desarrollo de los pueblos o como el trago amargo de una medicina contra la pobreza. 

lunes, 11 de septiembre de 2017


Poniendo las cosas en concreto. 


En los últimos días saltó a la opinión pública un escándalo -o por lo menos otro caso, ya que cada vez nos sorprende menos- de corrupción y tráfico de influencias que la prensa dio en llamar "El Cementazo". En el que un pseudo-empresario llamado Juan Carlos Bolaños consiguió que se moviera cuanta reglamentación existía para poder importar cemento chino que se dice es más barato de lo que se puede conseguir en Costa Rica, por supuesto, para importarlo él. 
Dejando de lado la cuestión de ventajas comparativas o el debate de libertad de comercio me gustaría plantear un problema que es mucho más grave y que aqueja a nuestro país desde siempre y es el de la existencia de barones feudales modernos como el señor Bolaños, de cazadores de privilegios o mejor dicho de ladrones de guante blanco: el lobby empresarial. El mercado del cemento como muchos otros, es un mercado que está cautivo por pocas manos que obtienen grandes beneficios de este orden de cosas y que a su vez podrían utilizar esos grandes beneficios para a través de regalos, llámense vacaciones como los llama la Fiscalía, regalías de acciones, promesas de contratos futuros o simples sobornos consiguen que el marco legal en el que el mercado se mueve les beneficie en términos competitivos. Mucho se ha dicho sobre la libertad de empresa y de comercio, pero poco se dice de cuanto esa "libertad de comercio" que en la práctica es siempre selectiva, funciona como una quimera que disfraza un gigantesco aparato de control sobre la producción y el consumo que hace que la empresa con mayor poder de lobby se quede con el pastel.

En un contexto de libertad, de libertad real, las mejores empresas, es decir aquellas empresas que atinen en el gusto de los consumidores ofreciendo productos de calidad al mejor precio posible, ganan y las que no pierden; sin embargo nada está más alejado de la realidad que esto. En primer lugar, debemos aprender algo que el señor Bolaños entiende muy bien y es el hecho de que "el mercado" no es un ente inmanente que opera con sus propias reglas a pesar de lo que digan las leyes o los que las hacen: los políticos. Ya que la acción del mercado está siempre circunscrita al marco de la ley y es dentro de este marco y no fuera de el que se puede hablar de competencia o de leyes económicas. Por lo tanto en el aprovechamiento de este marco legal está el nicho de negocios de muchos en Costa Rica: una empresa exenta de pagar impuestos y que por tanto podrá vender siempre más barato que sus competidores es una empresa que aparte de estar exenta de impuestos, también está exenta de competir, su actividad por tanto está cimentada en este privilegio y no en su eficiencia. 
Muchas veces se dice que el gobierno con el fin de beneficiar a X sector creará un beneficio legal, pero casi nunca se menciona que ese "sector" lo componen una, dos o tres empresas, por eso no ha de extrañarnos que siempre haya quien quiera ser el cuarto de la lista. Y en esto consiste el lobby: en saber meterse a la argolla. Si un empresario llega a invertir a un país y tiene la completa seguridad de que no podrá robar, es decir, no podrá ir a visitar al Presidente de dicho país para pedir privilegios porque ese Presidente -que es hombre de Estado, concienzudo e inquebrantable en sus principios- le dirá: "mire a mi no me pregunte nada, pregúntele a la gente, si a la gente le gusta su producto ud ganará y sino perderá y hasta el café que nos estamos tomando se lo tengo que cobrar a ud porque sino se lo tengo que transferir al contribuyente" en un contexto así, ese empresario para aumentar su patrimonio no tendrá más remedio que servir a su prójimo, en lo que este necesite, ya sea haciendo periódicos, produciendo leche o fabricando concreto. Cuando una gran empresa o un grupo de grandes empresas (porque la pequeña empresa no tiene poder de lobby) obtiene un beneficio de la ley que los diferencia de los demás, no solamente barre con los competidores sino que también pone a barrer al consumidor, quien en precio o en calidad paga la ineficiencia de una empresa muy sólida, tan sólida como el concreto y la corrupción.

Por Francisco A. Salas Camacho.

sábado, 26 de agosto de 2017

La Propiedad, el Contrato y 

la Necesidad de un Espíritu Libre. 


  Decía Alberto Benegas Lynch "Que todo lo que se pueda decir de Economía tiene sentido si es para mejorar la condición del hombre, sino entonces no lo tiene " esta valiosa apreciación a la que yo le agregaría "de todos los hombres" ya que sino estaríamos dedicándonos a la crematística, nos recuerda que el enfoque mismo de la Economía-Política (el Oikos) exige la comprensión de la sociedad en su conjunto, siendo esta por sus agentes económicos (individuos, familias, corporaciones o estados) el ámbito real en el que se desenvuelve el campo categorial de la Economía-Política. 
Dado que el problema primario de la producción es la producción suficiente, para la conservación de la vida y su reproducción, cabe preguntarse tomando la sociedad en su conjunto el problema de la producción como un cálculo de vidas. Haciendo abstracción de los muchos y complejos procesos que llevan a hacer de este cálculo de vidas una ultima instancia para la comprensión económica, y tomando en cuenta que bajo el sistema de producción capitalista la disyuntiva a la que cada agente se enfrenta entre la opción por la vida o la triste opción por la muerte adquiere características particulares por hechos históricos por todos conocidos, como la desposeción generaliza de los medios de producción en una basta mayoría de la población hecho que imprime en la sociedad rasgos característicos del sistema, y con esta salvedad hecha me gustaría comentar un tema ampliamente tratado en el pasado por su gran importancia y que no la pierde, antes bien pareciera un debate cada vez más necesario, y es el que tiene que ver con la relación intima que existe entre la propiedad de los medios de producción y la libertad. Considero que las estructuras de la ley positiva no se pueden sostener por mucho tiempo sin que exista un principio moral en la sociedad casi universalmente aceptado que sostenga dicha ley, así por ejemplo en los países en los cuales el asesinato es un delito lo es debido a que la vida se considera un valor y un derecho en si mismo, una cosa buena que debe ser protegida, salvo raras excepciones como cuando la vida de uno se interpone con la de otro y se considera necesario privar a un individuo de su libertad o de su vida misma cuando se considera a esta una amenaza para la vida de los demás. La idea que quiero plantear es la de que la base moral y legal sobre la que se asienta actualmente la sociedad capitalista difiere de su realidad material y motiva la existencia de una tensión inherente al mismo sistema, cuyas raíces más profundas se encuentran en la escisión misma que se da en el sistema capitalista entre el trabajo y sus condiciones materiales; "Quitadme los medios que me permiten vivir y me habreis quitado la vida"- W. Shakespeare. El despliegue de la fuerza de trabajo en el proceso productivo lleva implícita la capacidad de objetivizar dicho trabajo en el producto mismo, y esto significa que el trabajo -entendiendo este como una transformación de la materia en la materia misma, realizado por el hombre con su propia corporeidad- necesita de medios materiales para realizarse, y su realización no cabe en el vacío, uno de ellos es la Tierra en su sentido más amplio, que proporciona el espacio y ubicación, el "locus standi" necesario para toda actividad productiva, el suelo mismo con sus propiedades y recursos, sin el cual no se concibe la producción de ningún bien ni la prestación de ningún servicio. Dicho esto podemos dejar en claro que el hombre requiere del acceso a estos medios para poder realizar su trabajo: espacio, materias primas, maquinaria, equipo y conocimiento. Las relaciones sociales que condicionan el acceso a esos medios determinan la relación entre el trabajo y su objeto mismo, su producto; y por tanto condicionan también la relación entre el trabajador y el fruto de su propio trabajo. Lo que distingue a un trabajador libre de un empleado asalariado es la propiedad sobre los medios de producción ya que el primero la ejerce, y el segundo no. El carácter mismo de la propiedad hace de ella un bien sujeto al dominio privado, por lo cual él propietario se encuentra en condiciones de hacer uso de ella como le plazca y cuando le plazca, o de abstenerse de usarla si también lo desea. Y dado que la producción de riqueza es una necesidad perenne de la naturaleza humana, el consumo vital exige que la comunidad integra deba vivir, por lo cual la riqueza debe ser producida. Este orden de cosas crean unas relaciones sociales cuyos alcances son muy amplios, pero que sin embargo me quiero atrever a plantear uno de ellos, que surge desde luego de las características particulares de la Propiedad Privada como institución social y principio moral, sobre el que todavía se basa nuestra sociedad. En el sistema capitalista en el que asumimos que existe una gran mayoría de la población desprovista de los medios productivos que trabajan, y que es lo suficientemente grande como para imprimir en el modo de producción y en la sociedad entera el carácter servil del trabajo asalariado, y por otro lado una minoría de los agentes que poseen dichos medios, se crea un estado de cosas en el que el propietario quien es el que ejerce plenamente el dominio sobre su propiedad, se encuentra, dado el orden de relaciones sociales un una posición de negociación estratégica que le permite convenir las condiciones bajo las cuales se dispondrán los medios productivos, permitiéndole así a este quedarse con una parte de lo producido. Al inicio cuando titulé este ensayo elegí llamarlo: la Propiedad, el Contrato y la Necesidad de un Espíritu Libre, ya que considero que a la mayoría de personas nos parecería que tal orden de cosas esta mal y que la sociedad no debería de someterse a sí misma a una inestabilidad de este tipo, como decía al principio todo se reduce a un cálculo de vidas: "Una sociedad libre requiere  de ciertas normas morales que en última instancia se reducen a la manutención de las vidas: no a la manutención de todas las vidas porque podría ser necesario sacrificar vidas individuales para preservar un número mayor de otras vidas. Por lo tanto las únicas reglas morales son las que llevan al "cálculo de vidas": la Propiedad y el Contrato."   -Hayek-. Con esto quiero plantear la necesidad de una adecuada distribución de la propiedad sobre los medios productivos como condición de una sociedad libre, y para alcanzarlo es necesario que en la sociedad el Espíritu de Libertad, que se basa en la aceptación del destino universal de los bienes como la base misma de la Propiedad como institución útil, sea la espiritualidad institucionalizada de la que nos hablan Hinkelammert y Mora cuando se la plantean como el problema fundamental de cara a la disyuntiva de la opción por la vida o por la muerte. La sociedad moderna se basa en la premisa de que salvo raras excepciones la inmensa mayoría de los ciudadanos libres son propietarios, y que poseen por tanto los medios materiales suficientes como para no caer en la zozobra y mantenerse así mismos sin la necesidad de tomar nada ajeno. Por lo tanto la propiedad funciona todavía como fundamento moral y legal de nuestra sociedad, con respecto al cual se administran nuestras leyes: "Nuestra ley defiende la Propiedad como una institución normal, con la que están familiarizados todos los ciudadanos y a la que todos respetan. Castiga el robo como un incidente anormal, que sólo ocurre cuándo, por motivos perversos un ciudadano libre adquiere la propiedad de otro sin su conocimiento y contra su voluntad... Confrontemos ahora todo esto, con la teoría moral de acuerdo con la cual todavía es peligrosamente gobernada la sociedad, la teoría moral a la cual hasta el Capitalismo recurre en procura de auxilio cuando se ve atacado... La Propiedad perdura quizás como instinto en la mayor parte de los ciudadanos, pero como experiencia y como realidad es desconocida por el noventa y cinco por ciento." -H. Belloc-, Contrastemos pues, ahora cada uno si la base moral sobre la que se asienta la sociedad coincide con su realidad actual, y reflexionemos sobre la forma en la que como sociedad podemos reponernos a esa falta de un espíritu libre que hoy nos conduce al abismo. 

Por Francisco A. Salas Camacho.